lunes, 20 de febrero de 2012

Concierto Trashtucada -- 24 de Marzo.--

El conocido prólogo a una de las obras cumbres del cómic bien podría valer para presentar a esta banda. O a este grupo. O a este ejército. Porque es un ejército lo que forman los siete componentes de Trashtucada. Un ejército en pié de guerra que siembra el caos y la anarquía (bien entendida) allá por donde pasa. Como Atila y los Hunos. Como Gengis Kan y los mongoles. Como Aníbal y todos sus elefantes juntos. Y como ellos, estos chicos no entienden de banderas, ni de catecismos o ideologías. Pregonan la libertad por donde pasan, queman toda la yerba que pisan y no dejan alma en reposo.

Y todo esto solo con sus canciones. Bueno, no solo con sus canciones: con su energía, con su actitud, con su entrega. Asistir a un concierto de Trashtucada es como pararse delante de una estampida de búfalos, como tirarse de un tren en marcha, como meterse en un túnel de lavado, pero sin coche. Cualquiera que haya ido a uno de sus bolos te lo puede contar. Nueve de cada diez asistentes a sus conciertos son ahora conversos “trashtucos”; uno de cada diez huye despavorido. Hay gente para todo. En un bolo de Trashtucada sientes la fuerza primigenia, sientes las tripas, sientes la vida. Y como la vida misma, la fanaticada va creciendo por doquier.
Esta banda de chavales no se aguanta en su pueblo; han paseado su arte y poderío por buena parte de los grandes festivales de la península esta choricera donde habitamos, y han hecho tanto ruido que ya son reclamados en las grandes citas a nivel europeo. En Alemania, Suiza o la República Checa ya saben lo que es bueno. Ya se van enterando. Y lo que te rondaré, morena…
En medio de este torbellino está la música. Una música fresca, original, llena de matices y sensaciones, donde todos los estilos caben y todo suena al mismo estilo; música sin fronteras pero con identidad propia. Imaginación, creatividad y buen gusto se unen en una fórmula sin partitura y con sello propio, pariendo una música que se empapa de los sonidos globales sin soltar el ancla de su tierra, de sus raíces.

Y las letras, letras conciencia que huyen de los arquetipos y los eslóganes facilones, mostrando una visión del mundo y de la vida donde no existen los prejuicios y solo la libertad y el respeto mutuo sirven como barricadas desde las que lanzarse sobre la codicia, el odio y la hipocresía que imperan hoy día. Como canta un paisano suyo: “Ahí vienen los terroristas, armados con sus guitarras, disparando palabritas que llenan la nada…”.

Trashtucada son la alegría, el desparpajo, la gracia y el salero, son el viento y el mar, la astilla y el astillero, la chinita en el zapato, son doradas de estero… son la caña de España, los nietos del porrompompero. Señoras y señores, apriétense los cinturones y cuenten sus dientes. 

Con todos ustedes: ¡TRASHTUCADA!!



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