Salto de calidad de la banda donostiarra en "No se alarme señora, soy soviético", su segundo largo
No es casual que en momentos de depresión generacional surjan propuestas que se alejan diametralmente del embudo que supone ver
las noticias del mediodía. Grises es una rareza en el indie nacional, su música no habla de mirar al suelo y agachar la cabeza, ni de las extrañas atmósferas oscuras de Mordor, su propuesta es la botella medio llena, las sonrisas y los buenos ratos.
Su primer disco “El Hombre Bolígrafo” (Origami Records, 2012) tuvo influencias del cosmos indie anglosajón y de bandas como Foals, Glasvegas o Editors. Ahora, en este segundo álbum, “No se alarme señora, soy soviético”, su sonido evoluciona hacia un synth-pop de orfebrería. Una arquitectura de capas melódicas y materiales electrónicos. Una muralla sonora construida alrededor de la pista de baile.
El disco ha sido grabado y mezclado en los estudios Gaztain del propio Eñaut —cantante y productor de la banda— en los últimos meses del 2012. Un año que les ha servido para arrasar numeros festivales —Sonorama, Ebrovisión, Arenal Sound, Monkey Week...— y petar las salas más importantes del país —Joy Eslava, Razzmatazz, Apolo, Siroco, Fever, La3...
Si con su primer trabajo se posicionaron como una de las jóvenes propuestas más sólidas de su generación con un directo sencillamente demoledor, en este segundo van a por todas, 10 himnos como 10 soles, la segunda parte de una fiesta que parece hecha a medida para recorrer los grandes festivales.
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